La cercanía de las olimpiadas de Tokio 2020 ponen a este deporte, y su historia, nuevamente sobre la palestra. (Foto: Referencial/Pixabay)
La cercanía de las olimpiadas de Tokio 2020 ponen a este deporte, y su historia, nuevamente sobre la palestra. (Foto: Referencial/Pixabay)

. Exhibiendo con orgullo su cinturón rojo, que le convierte en uno de los maestros de judo más grandes de la historia, Ichiro Abe, de 97 años, espera que los Juegos Olímpicos de Tokio no limiten su deporte a una búsqueda de medallas.

“Sobre todo, no debemos olvidar el espíritu original del judo”, insiste a la AFP este nonagenario mientras calienta en el Kodokan, el mítico recinto de judo en Tokio, antes de una sesión de entrenamiento invernal a las 05H30 de la mañana.

Ichiro Abe se refiere a las enseñanzas del fundador del judo, al que considera como un “dios”: Jigoro Kano (1860-1938), quien desde un retrato en blanco y negro colocado frente al dojo del Kodokan parece mirar con benevolencia a sus herederos.

“Ganar medallas está hoy por encima de todo. Espero que eso sea revisado un poco”, añade el gran maestro.

Para su fundador, el objetivo último del judo era alcanzar la "perfección" a nivel individual, a través de la disciplina y la práctica, contribuyendo así al bien de la sociedad.

Pero Jigoro Kano está también estrechamente vinculado a los Juegos Olímpicos. Fue el primer miembro asiático del Comité Olímpico Internacional (COI) a partir de 1909 y viajó al extranjero para dar a conocer su deporte, abriendo de esta manera la vía a su introducción en el programa olímpico durante los primeros JJOO de Tokio, en 1964.

Pero además, en Japón, su legado va más allá del judo y de los JJOO: Jigoro Kano instauró las primeras clases de educación física en la Universidad de Tokio y fundó la Asociación Japonesa de Deporte (JSPO).

- “Gran flor” -

En su regreso a su país de origen, el judo será probablemente uno de los deportes que mayor interés suscite durante los Juegos en la capital nipona.

Lejos de la dimensión filosófica con el que lo rodean algunos, este deporte es percibido por la mayoría de los aficionados y de los medios japoneses como un medio para aumentar la recolecta de medallas en la cosecha olímpica.

Yasuhiro Yamashita, leyenda del judo en los años 1970-80, y en la actualidad presidente del Comité Olímpico Japonés, se marcó el reto para el país nipón de 30 medallas de oro.

Un objetivo que "puede ser alcanzado, por supuesto", con la ventaja de tener los Juegos en casa, estimó el antiguo rey de los tatamis, destacando el papel de la selección japonesa de rugby en la pasada edición de la Copa del Mundo, sobre suelo japonés.

Durante la cita olímpica precedente, en Rio en 2016, los judocas japoneses cosecharon 12 preseas, entre los tres metales, tres de las cuales fueron de oro.

“Es el año ideal para hacer eclosionar una gran flor. Tenemos que buscar ser los mejores y los más fuertes”, lanzó Kosei Inoue, seleccionador japonés de judo, medallista de oro en los Juegos de Sídney en el año 2000.

Pero en el Kodokan, el responsable de entrenamientos en esta 'Meca del judo', Motonari Sameshima, antepone asimismo la preeminencia de la disciplina sobre la mera competición, en la misma línea que el veterano Abe.

“Que ganes o pierdas (un combate) es sólo una forma diferente de entrenamiento”, explica a la AFP.

Unas enseñanzas en las que podría haberse inspirado la estrella mundial de este deporte, el francés del peso pesado Teddy Riner, doble campeón olímpico. Tras poner fin hace unos días a su impresionante serie de 154 victorias consecutivas en casi una década, el galo afirmó: "Podré trabajar mejor", ya que la derrota le "quitó presión".

Pero pese a sus éxitos olímpicos, Riner, con un 6º dan (grado honorífico en el judo) está aún lejos de la “perfección” comparado con el nonagenario Ichiro Abe, quien lo contempla desde lo alto de su 10º dan.

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