Un dato a considerar es que los veterinarios que trataron a Kiriusha indicaron que el can solo sufría de una artritis crónica moderada, la misma que no justificaba que lo eutanizaran. Y como si eso no fuera suficiente, al día siguiente sus dueños cambiaron su versión de los hechos precisando que su perro todavía seguía donde lo enterraron, algo que le pareció extraño a los encargados del refugio, y se rehusaron a enviarles fotos que podrían usar como evidencia.
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