Dejó su prometedora carrera como basquetbolista para ser monja y entregarle su vida a Dios

Lo dejó todo para seguir su verdadera vocación. Corría el año 1991 cuando Shelly Pennefather, con 25 años de edad, era considerada como una de las basquetbolistas jóvenes más talentosas de Estados Unidos. Su brillante performance en el equipo de la Universidad de Villanova la puso en la mira de un conjunto japonés que la reclutó en sus filas. Sin embargo, un día todo cambió y ella decidió rescindir su vínculo con la institución nipona para fichar por el equipo que integra desde hace 28 años: el equipo de Dios. En YouTube se dio a conocer la fascinante historia de la hoy hermana Rose Marie de la Reina de los Ángeles, quien dejó el deporte para convertirse en una monja de clausura.

Luego de destacarse como una de las mejores deportistas del nivel secundario, Shelly Pennefather decidió unirse a la Universidad de Villanova, institución privada y católica perteneciente a la Orden de San Agustín. Durante su estadía en esa casa de estudios, obtuvo el récord de puntuación más alto de todos los tiempos para hombres y mujeres, con un total de 2.408 puntos. Además, fue elegida como la Gran Jugadora del Año Este en tres ocasiones, y obtuvo, también, el Trofeo Wade, uno de los galardones más importantes de la época.

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Sus buenas actuaciones a nivel universitario hicieron que varios elencos del extranjero se fijen en ella, por lo que decidió continuar su carrera en un cuadro de Japón, siendo esta su primera – y también última – experiencia como deportista fuera de su país de origen.

Sin embargo, y en el mejor momento de su carrera deportiva, todo cambió de un momento a otro. Con 25 años y percibiendo ingresos anuales superiores a los US$200.000, Shelly tomó una drástica decisión: rescindió su jugoso contrato en Japón para volver a Estados Unidos y comenzar una nueva vida en un convento.

“(Shelly) hizo un tato con Dios de que si pudiera sacar a su equipo del último lugar y llegar a los playoffs, juraría dar si tiempo y la bonificación de postemporada al convento de la Madre Teresa en Pennsylvania”, contó Robin Roberts, un comentarista deportivo que siguió de cerca la carrera de Shelly.

Una vida lejos de casa

Tras volver a Estados Unidos, la entonces veinteañera se desvinculó de todo lo que tenía que ver con el baloncesto y la vida común, para dedicarse de lleno a su nueva faceta como religiosa. El tiempo pasó y Shelly se convirtió en la hermana Rose Marie de la Reina de los Ángeles, y es una de las monjas de clausura del monasterio de las Clarisas en Alexandria, en Virginia.

Ella y sus hermanas de claustro viven aisladas de todo lo que sucede en el mundo exterior. De acuerdo a las reglas de su congregación, nunca más abandonará el monasterio, a menos que exista una emergencia médica que ponga en riesgo su vida. Tampoco llama ni manda correos electrónicos, y solo redacta cartas a sus amigos siempre y cuando estos lo hagan primero.

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Las visitas familiares solo están permitidas dos veces al año y la comunicación se da a través de un separador de vidrio. Las normas del convento, rígidas e inquebrantables, permiten que Rose Marie pueda abrazar y tener contacto físico directo con sus seres queridos cada 25 años. La última vez que abrazó a su madre fue el pasado 9 de junio, es decir, hace poco más de dos meses (no lo hacía desde 1994).

“Amo esta vida. Desearía que todos pudieran vivirla un poco. Es tan tranquilo. Siento que no estoy subestimando la vida. La estoy viviendo al máximo”, fueron algunas de las palabras que pronunció la hermana Rose Marie, en la última ocasión en la que recibió la visita de su familia en el monasterio. 

De acuerdo al Directorio Católico Oficial de 2018, en Estados Unidos viven 45.100 religiosas, pero las monjas de clausura, con sus diferentes órdenes, solo representan una parte de esa cantidad.

Mira el documental de YouTube que la cadena ESPN hizo sobre la vida de la hermana Rose Marie: 

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