Lo ocurrido en el Estadio Nacional enlutó al fútbol nacional e internacional. (Archivo Histórico El Comercio)
Lo ocurrido en el Estadio Nacional enlutó al fútbol nacional e internacional. (Archivo Histórico El Comercio)

El 24 de mayo de 1964 es la fecha en que el fue escenario de una tragedia. Aquella vez  muchos hinchas esperaban con ansias el compromiso entre las selecciones de Perú y Argentina. Un partido clave correspondiente al torneo preolímpico para clasificar a las olimpiadas de Tokio de ese año. Fue ahí en que un gol anulado para el equipo de todos desencadenó un acontecimiento que enlutó al fútbol nacional e internacional.

La escuadra bicolor llegaba al partido ante los gauchos con dos triunfos, un empate y le faltaba jugar dos compromisos más (frente a Chile y Brasil). La albiceleste, en tanto, pisaba suelo limeño tras registrar cuatro victorias seguidas y con solo un partido pendiente (ante la ‘canarinha’).

El encuentro era vital para las dos selecciones pues necesitaban el triunfo: por el lado de la visita, para asegurar la clasificación a las olimpiadas, mientras que el equipo nacional esperaba mantener con vida sus chances en el torneo que se jugaba en Lima.

Los argentinos marchaban primeros en la clasificación. Los peruanos y brasileños los escoltaban. Colombia, Chile, Uruguay y Ecuador, estaban más abajo en la tabla (en ese orden). Aquel entonces, Paraguay, Venezuela y Bolivia no participaban.

El once inicial de la escuadra nacional, según consigna El Comercio, estaba integrado por Barrantes (arquero), Guerrero, Castillo, Chumpitaz y Sánchez (defensas); Lara, Rodríguez y Zavala (volantes); Cassaretto, La Rosa y Víctor ‘Kilo’ Lobatón (delanteros).

(Archivo Histórico El Comercio)
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Ellos salieron al campo del coloso de José Díaz para medirse ante el equipo albiceleste compuesto por Cejas, Morales, Bertolotti, Sesana, Mori, Perfumo, Pérez, Malleo, Dominguez, Ochoa y Manfredi.

(Archivo Histórico El Comercio)
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Más de 47 mil hinchas que acudieron al Estadio Nacional aquel día vieron cómo el árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos dio el pitazo inicial del compromiso a las 3 y 30 de la tarde. El encuentro fue muy disputado en la primera parte. Hubo jugadas de gol para ambos equipos, pero ninguna se llegó a concretar. Ello repercutió en el marcador parcial de 0 a 0.

(Archivo Histórico El Comercio)
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En la segunda mitad, la historia cambió pues a los 18’ el argentino Manfredi anotó de media vuelta y puso arriba a su selección. A partir de ahí, los visitantes se replegaron en el fondo y esperaron su oportunidad para el contrataque. El equipo de todos buscaba y buscaba, pero no fue hasta el minuto 35 que el defensa Horacio Morales rechazó un tiro y Lobatón estiró la pierna.

La pelota le chocó en el pie y rebotó con dirección al arco de Cejas. Fue gol; sin embargo, el colegiado del compromiso lo anuló, pese a que estaba a 25 metros de la jugada, según consigna El Comercio. Los hinchas no podían creer lo que había ocurrido y uno de ellos saltó la valla e ingresó al campo de juego con la intención de agredir al colegiado.

La policía logró detenerlo y el público presente en las tribunas comenzó a lanzar cojines y diversos objetos a la cancha. Minutos después el juego se reanudó. Sin embargo, más adelante, otro hincha se lanzó al campo y un teniente de la policía le puso cabe.

Es ahí donde el árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos decidió finalizar el compromiso para luego abandonar el campo de juego. La salida del colegiado enfureció a los hinchas, quienes empezaron a lanzar piedras, botellas e incluso sillas.

Debido al peligro de que más personas salten a la cancha, la policía soltó a los perros y lanzó bombas lacrimógenas a las tribunas populares, especialmente en norte, pues en dicho sector había aficionados que estaban más exaltados.

El gas comenzó a ahogar a la gente de la tribuna norte y es por ello que muchos se desesperaron por salir, pero casi todas las puertas de dicho sector (de la 10 a la 17) estaban cerradas. Diversas personas fallecieron por aplastamiento (traumatismo) y sofocación.

En la tribuna sur la situación fue distinta. En dicho sector no hubo muertos ni heridos ya que ahí se lanzó pocas bombas lacrimógenas y porque las puertas de salida estaban abiertas.

El caos, además de producirse en el interior del Estadio Nacional, también se trasladó en los alrededores del recinto deportivo. Muchos autos terminaron destrozados, hubo oficinas incendiadas, saqueos y enfrentamientos de la turba con los efectivos policiales. Todas las clínicas y centros hospitalarios del centro de Lima auxiliaron a los afectados.

La identificación de los cadáveres inició a las 8 de la noche. Muchas de las víctimas llevaban su nombre escrito en un esparadrapo pegado en el brazo. Hubo alrededor de 320 personas fallecidas, estimó El Comercio. El presidente de la República de aquel entonces, Fernando Belaunde Terry, decretó siete días de duelo nacional.

Dos días después de la tragedia, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) atrapó en San Martín de Porres a Víctor Vásquez Campos (29), conocido como ‘Negro bomba’. Él fue sindicado como el hombre que se metió en la cancha y originó todo.

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