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Los últimos días de la Primera Guerra Mundial y el alivio del armisticio

En la undécima hora del undécimo día del undécimo mes, el 11 de noviembre de 1918 a las 11H00, miles de clarines tocaron el alto el fuego de la .

A primeros de noviembre de 1918, las tropas del emperador Guillermo II de Alemania retrocedían en todos los frentes occidentales.

Semanas antes, el 4 de octubre, el príncipe Maximiliano de Baden, el canciller alemán, ya había telegrafiado al presidente estadounidense, Thomas Woodrow Wilson, que su país estaba dispuesto a entablar negociaciones para acabar con la Primera Guerra Mundial. Los Aliados exigían una rendición y la partida del káiser Guillermo II.

En contra de la opinión del presidente francés Raymond Poincaré y del general Philippe Pétain, el mariscal Foch, comandante en jefe de las fuerzas aliadas, y el jefe del gobierno, Georges Clémenceau, decidieron cesar los combates y no llevar la Primera Guerra Mundial hasta Alemania.

El 5 de noviembre, dos días después de la capitulación del Imperio austrohúngaro, todo se aceleró. Se dio la orden de dejar que los plenipotenciarios alemanes, liderados por el ministro de Estado Mathias Erzberger y el diplomático Alfred von Oberndorff, rebasaran las líneas aliadas.

El 7 de noviembre, sobre las 20H30, cerca de la localidad francesa de La Capelle (norte), se anunció el primer alto el fuego desde septiembre de 1914 para permitir el paso del convoy de la delegación alemana. Esta fue acompañada hasta la estación de Tergnier, a unos 70 kilómetros de allí, donde tomó un tren hacia un claro en un bosque cerca de Compiègne, a otros 60 km de distancia.

Imagen publicada por el Historial de Péronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra la portada del periódico "Le Figaro" el 12 de noviembre de 1918, anunciando la rendición alemana. (AFP)<br>
Imagen publicada por el Historial de Péronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra la portada del periódico "Le Figaro" el 12 de noviembre de 1918, anunciando la rendición alemana. (AFP)

- Abdicación del káiser -

El tren de Foch esperaba a la delegación alemana en ese lugar. El 8 de noviembre, a las 09H00, el mariscal recibe a los alemanes en su vagón, un coche restaurante modificado. "¿Quieren el armisticio?", preguntó. El general Maxime Weygand leyó el texto con las condiciones decididas por los Aliados, el 4 de noviembre en Versalles.

Los alemanes pidieron enviar un correo a Spa, en Bélgica, el cuartel general del mariscal Paul von Hindenburg, comandante en jefe del ejército alemán. Llegó allí el 9 de noviembre. El káiser acababa de abdicar y se proclamó la República alemana. La autorización de firmar el armisticio llegó a la delegación alemana el 10 de noviembre, por la noche.

En la madrugada del 11, los enviados alemanes estudiaron cada uno de los 34 artículos de la convención de armisticio leída y traducida. A las 05H20, el lunes 11 de noviembre, ambas partes firmaron el documento y el armisticio entró en vigor a las 11H00.
A las 10H55, el soldado Augustin Trébuchon, del 415º regimiento de infantería, murió a orillas del río Meuse. Fue probablemente el último fallecido francés en el frente occidental. A las 11 en punto, casi en el mismo sitio, el soldado Octave Delaluque, corneta del mismo regimiento tocó las 13 notas del alto el fuego.

Desde el mar del Norte hasta Verdún, los clarines aliados y alemanes transmitieron la señal tan esperada. Poco a poco, los soldados, aún atónitos, fueron saliendo de las trincheras.

- Escenas de alborozo -

En París, cientos de personas aclamaron a Georges Clémenceau en el bulevar Saint-Germain mientras se dirigía caminando a la Asamblea Nacional para recibir un homenaje de los diputados.

A las 16H00, el jefe del gobierno leyó las condiciones del armisticio ante la Cámara sumida en un silencio absoluto. El acuerdo estipulaba que los alemanes debían entregar la mayor parte de su armamento y evacuar la orilla izquierda del Rín en un plazo de 30 días.

En todos los municipios franceses donde los combates no habían destruido las campanas, estas sonaron para celebrar una victoria amarga para los cientos de miles de viudas y de huérfanos.

En Saint-Nazaire, Brest, El Havre, los soldados estadounidenses recién desembarcados desfilaron bajo sus banderas a la espera de volver a casa, como los dos millones de sus compatriotas que habían luchado durante largos meses contra los alemanes.

En las capitales aliadas, los civiles invadieron las calles con alborozo. Piccadilly Circus en Londres, la Quinta Avenida en Nueva York, la piazza Venezia en Roma se llenaron de gente.

En Alemania, cuyo territorio no fue invadido durante todo el conflicto, el alivio vino acompañado para muchos de un sentimiento de humillación.

El ejército alemán combatió con firmeza hasta los últimos días en los territorios belga y francés, pero en la retaguardia, el motín de los marineros de Kiel, iniciado el 3 de noviembre, se propagó a las grandes ciudades, donde la insurrección espartaquista fue reprimida a sangre y fuego.

Los generales Erich Ludendorff y Paul von Hindenburg atribuyeron la derrota militar a una traición de los políticos y los "burgueses cosmopolitas". Los partidos ultranacionalistas, entre ellos el partido nazi, retomaron esa expresión años después.

AFP

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