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La opinión pública de Kenia ha mostrado su indignación con las denuncias de maltrato y racismo que apuntan a las empresas chinas que laboran en el país
Kenia ha establecido lazos comerciales con China en los últimos años y lo que debería haber sido una positiva historia de cooperación ha devenido en un alarmante caso de discriminación, el cual ha provocado un fuerte rechazo de la ciudadanía del país africano a la inversión del gigante asiático.
Uno de los últimos detonantes de tal situación ha sido un video difundido en Internet por Richard Ochieng, ciudadano keniano que grabó las palabras cargadas de racismo y desprecio de su jefe, un trabajador oriundo de China. El video se hizo viral en poco tiempo y en este se escuchaba al chino llamar “monos” a los kenianos.
“¿Me estás castigando por ser keniano?”, dice a Ochieng a su jefe en la grabación. “Todos los kenianos con como monos”, le contesta el chino, quien incluso afirma que incluso el presidente del país es un “mono”.
“Lo que sea que estés haciendo está extremadamente equivocado”, le increpó el keniano, que se encontró con la siguiente respuesta: “No me importa, no pertenezco aquí. No me agradas, no me gusta ‘la gente mono’”. El sujeto del video dijo que no le agradaban los kenianos porque “olían mal”, “eran pobres” y “negros”, entre otras cosas.
Poco después de la difusión del material, medios de Kenia y China reportaron que el ciudadano chino, identificado como Liu Jiaqi, fue expulsado del país. “Su permiso de trabajo ha sido cancelado y será deportado”, indicó el departamento de migraciones del estado africano.
Richard Ochieng tiene 26 años, la misma edad que el discriminador, y contó a The New York Times que sabía del racismo que vivieron Kenia y toda África durante el periodo colonial, pero que jamás lo había experimentado de primera mano.
El comportamiento de Liu Jiaqi era reiterativo y fue por ello que Ochieng decidió grabarlo. Este caso no es el único de este tipo y la situación se ha convertido en una gran fuente de tensión entre la opinión pública y el Gobierno.
Según indica The New York Times, el Gobierno de Kenia ha buscado incrementar sus lazos con China a fin de traer inversión al país, lo que ha derivado en la llegada de muchas empresas y trabajadores de este último estado en la última década. No obstante, la creciente llegada de fuerza laboral china ha sido proporcional al incremento de historias como la de Richard.
- Discriminación y explotación -
Se ha reportado la existencia de centros de trabajo en los que se construyen baños separados para kenianos y chinos del mismo sexo.
Los trabajadores de dicha compañía cuentan que se han visto expuestos a situaciones humillantes, como una ocasión en las que su superior, un hombre asiático, los obligó a desatorar un urinario lleno de colillas de cigarrillos. El gran detalle: era de un servicio higiénico únicamente usado por chinos.

También es frecuente ver a los empleados de origen chino viviendo en grandes edificios residenciales, de los que salen directamente a trabajar sin dar lugar a mayor interacción con los habitantes locales.
“A causa del aislamiento y la falta de integración, usualmente ellos (los chinos) no están demasiado al tanto de la situación local”, dijo Hongxiang Huang, un conservacionista chino y periodista retirado que vivió en Nairobi. “Ellos no saben muy bien cómo interactuar con el mundo exterior”, añade.
Más allá de los intentos del Gobierno por apaciguar las quejas de la población, los problemas han continuado, incluso en los grandes proyectos de construcción que Kenia ha delegado a las empresas asiáticas.
El medio local Standard Digital publicó a mediados de este año un reportaje en el que denunciaba prácticas discriminatorias en la construcción de la vía férrea que une Nairobi y Mombasa, dirigida por chinos. Pese a que en las fotografías oficiales aparecían ciudadanos kenianos sonrientes conduciendo los trenes, la realidad era muy distinta.
La publicación señala que pese a prepararse arduamente para conducir las locomotoras, los trabajadores kenianos nunca pueden conducir estas salvo para posar en las fotos oficiales. Paralelamente han visto como cada vez más maquinistas chinos llegan para conducir los trenes, mientras ellos son destinados a labores como el recojo de basura. Quienes se negaran a hacer esto último eran castigados de forma humillante.
Asimismo, los técnicos de mantenimiento locales debían tener como mínimo un título de ingeniero civil para ser contratados; sin embargo, simplemente fueron destinados a trabajos menores, de forma similar a los maquinistas.
“Ellos son los que tienen el capital, pero así como queremos su dinero, queremos que no nos traten como si no fuésemos humanos en nuestro propio país”, señaló David Kinyua, un hombre de 30 años que administra el parque industrial de Ruiru. Este último centro se ubica a las afueras de Nairobi, la capital de Kenia, y alberga a un gran número de empresas chinas, entre ellas aquella en la que labora Richard Ochieng.
La tensión sigue presente en Kenia y son cada vez más las voces que señalan que la dignidad de su gente no puede estar supeditada a los intereses económicos del país. Muchos incluso temen que el país vuelva a una situación similar a la que se vivió durante el colonialismo europeo en África, una de las grandes manchas de la historia humana.
Aunque admiten que la llegada de las empresas chinas ha mejorado la infraestructura del país, los kenianos tienen claro que su dignidad humana es mucho más importante y no deben admitir el racismo. A fin de cuentas, no tiene ningún sentido que sean discriminados por extranjeros en su propio país.