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La fiebre de las maquinas de peluches sacude Taiwán y crea 100.000 empleos

En un momento en que la mayoría de los países apuestan por la desaparición del efectivo en las transacciones, Taiwán ha anunciado que acuñará 2.200 millones de monedas de 10 dólares isleños en 2019 debido a la fiebre por las máquinas de peluches, que ya dan trabajo a 100.000 taiwaneses.

El gobernador del Banco Central, Yang Chin-long, explicó ante el Parlamento a principios de mes que la medida pretende "apoyar la floreciente industria de las máquinas de peluches" -que usan una grúa con gancho para intentar conseguir un muñeco-, que utilizan esas monedas y son un sector "nada despreciable".

La fiebre de las máquinas de peluches se ha apoderado de la isla, un eslabón importante en la cadena mundial de fabricación de productos electrónicos e informáticos, y que depende económicamente de sus exportaciones, que contribuyen con más del 70 % al Producto Interno Bruto.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China y las tensiones políticas de Taipei con Pekín están afectando a la economía de la isla, ya que China es el destino de la mayor parte de sus inversiones y del 40 % del total de sus exportaciones.

"En estos momentos de baja en la economía, el florecimiento de esta industria es una muy buena noticia", dijo a la prensa el legislador oficialista Chiang Yung-chang.

En efecto, el auge de este sector ha sido sorprendente y espectacular: en los dos últimos años se ha triplicado el número de empresas y ya se han creado 10.000 salas de este tipo, que superan ya a las ubicuas tiendas 24 horas, según datos del Ministerio de Finanzas.

Las máquinas de peluches dan trabajo a unos 100.000 taiwaneses y dado lo fácil que es entrar en este negocio y la fuerte demanda, se espera que en breve se creen muchos más empleos, lo que supone una inyección positiva para la economía.

Hasta hace unos años, esas maquinas de grúa con gancho eran un añadido en los salones de videojuegos, pero ahora ocupan sus propios espacios independientes, vigilados con cámaras y abiertos 24 horas al día.

Muchos taiwaneses están invirtiendo en este negocio, en el que el desembolso inicial es de un millón de dólares locales (32.500 dólares o 28.500 euros) para cubrir el acondicionamiento del local, la instalación de cámaras de seguridad y la adquisición de 25 a 30 máquinas, comenta a Efe el empresario del sector Chen Fang-yu.

Chen, propietario de varios de estos locales, asegura que se puede recuperar el capital invertido en el plazo de un año y ganar unos 150.000 dólares taiwaneses al mes (4.800 dólares o 4.200 euros), en un país en el que los salarios para los recién licenciados se sitúan entre el equivalente de 700 y 1.000 euros al mes (800 y 1.150 dólares).

No faltan, sin embargo, quienes piden prudencia ante una industria que puede pasar de moda y dejar a los inversores atrapados con deudas o préstamos, dada la experiencia de corta duración de anteriores fiebres consumistas en la isla.

"Esta no es la primera ni la última fiebre que se apodera de los consumidores isleños", cuenta a Efe el experto en cultura taiwananesa y exdecano de Lenguas Extranjeras de la Universidad Fujen José Ramón Álvarez.

"Hemos pasado por la fiebre de las tartaletas de nata portuguesas y de los donuts, con colas enormes, y que desaparecieron pronto. Lo mismo puede pasar con estas máquinas", asevera el experto.

"En Taiwán las fiebres y modas pasan -agrega Álvarez-. Ahora, en la mayoría de los banquetes se toma vino, pero hasta hace poco el rey era el whisky, precedido en el tiempo por el coñac y antes aún por los licores isleños".

Algunos consumidores consideran que estas salas están para quedarse, como las tiendas de lotería, que también se han multiplicado en los últimos años, y como los tradicionales puestos de comida callejera, que funcionan hasta altas horas de la noche.

"Estas máquinas responden a deseos del público: deseos de relajarse después del trabajo o cuando no se puede dormir o se ha tenido algún contratiempo. También son un modo de experimentar el riesgo del juego sin arriesgar mucho. No van a desaparecer a corto plazo", explica Bai Rui-cheng, una joven usuaria de Taipei.

Francisco Luis Pérez / EFE

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