Redacción MAG US

Sherri Moody recuerda que, durante un viaje de excursión con sus alumnos, comenzó a sentirse mal, pero no le tomó importancia alguna, pues creía que era un simple resfriado; sin embargo, jamás creyó que este sería el inicio de aquel martirio que le obligó a tomar la decisión de amputarse las manos y pies ante la aparición de sepsis, una enfermedad que afecta gravemente al organismo. Los detalles de esta , te lo contaré aquí en Mag.

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Ella reside en Texas (Estados Unidos) y confesó que nunca había padecido de alguna enfermedad que la obligara a ser atendida por emergencia, pero esa suerte acabó cuando, en medio de una noche, estaba letárgica, poseía fiebre alta, vomitaba y presentaba problemas para respirar.

Ante esta situación, fue trasladada a un hospital para que los médicos la examinen y determinen la verdadera razón de estos graves síntomas. Desafortunadamente, fue allí que su esposo se enteró de la triste noticia: Sherri padecía doble neumonía a causa de la bacteria Estreptococos.

Eso no fue lo peor, pues se enteró que su mal se agravó y apareció la sepsis, una afección grave que se produce cuando el sistema inmunitario del cuerpo responde de manera extrema a una infección, provocando lesiones en los tejidos y órganos.

“Tuve que buscar en Google qué era la sepsis. No tenía ni idea. Somos personas bastantes sanas. (...) Reconocí inmediatamente que estábamos en una situación grave. Estaba asustada”, contó la mujer.

Sherri desconoce cómo se pudo infectar de esta enfermedad, pero tuvo la intención de seguir las recomendaciones de los doctores, pues fue internada e ingirió potentes medicamentos para combatir dicho mal; no obstante, la situación se empeoró drásticamente, ya que sus extremidades comenzaron a “momificarse” sin razón alguna.

“Elijo ser feliz”

Su marido comenzó a llorar, pues conocía que la única solución que tenía su esposa ante la presencia del color negro en sus manos y pies era amputarlos, pero notó que ella no mostró ningún signo de tristeza, por el contrario, se manifestó con un rostro de optimismo porque deseaba que se realizara dicha intervención, pese a ser consciente que no tendrá una vida normal.

Su recuperación no fue fácil, pues estuvo un total de 5 meses en el hospital hasta que fuera dada de alta. Ahora, se moviliza usando una silla de ruedas eléctrica y no cuenta con la suficiente independencia para realizar sus quehaceres como comer, cocinar, entre otras cosas, pero siente que tomó la decisión correcta.

“Soy muy fuerte mentalmente. Simplemente elijo ser feliz, no quiere decir que no tenga una crisis nerviosa de vez en cuando y llore poco. Soy mucho más fuerte de lo que jamás pensé que era”, indicó Sherri.

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